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Esperar en un mundo que no trasciende de una puerta de mierda

domingo, 5 de mayo de 2013

Y lo bien que me he quedado

Hay veces en las que alguna película o algún libro me devuelven a una triste realidad que inútilmente trato de cambiar; soy una ignorante.

Lo que yo llamaría una ignorante de libro, de aquellas que no trascienden más allá de los contenidos dados. Hace algunos años me enseñaron las Guerras Mundiales y me quedé en algunos párrafos disueltos entre fotos y contenidos tan escuetos como didácticos. Hace menos me enseñaron a los grandes de la literatura española, y tan sólo memoricé sus nombres y obras como un puto papagayo para por fin soltarlos en una hoja oficial el día tan esperado como temido. Y ahí me quedé, quizá con un libro importante que me tuve que leer. Pero nada más. Pronto todo aquello se fue por el retrete por el simple paso del tiempo. Una cosa tan absurda como contraproducente.

Hay veces en las que me sorprendo cuando escucho a gente que se aprende una estúpida frase y la repite como un loro como si aquello demostrase su más ínfima inteligencia. De hecho, les pregunto acerca de cuál es su argumentación o cómo llegaron a esas conclusiones, y creo que su expresión debe ser la misma que cuando si a mí ahora mismo me preguntan por un autor de los que se fue por el retrete. Absoluta perplejidad y confianza máxima en su fuente, aunque la suya no fuera un libro sino un estúpido arrogante que se aprovechó de la ignorancia masiva.

Aunque no lo parezca, el fenómeno de masas no tiene casi nunca una justificación racional, si acaso la del líder que aprovecha la contingencia de analfabetismo o si acaso un alfabetismo sin desarrollar. Lo lamentable es que hoy día nos encontremos en auténticas dictaduras, cuando los medios de comunicación nos posibilitan acceder a fuentes que ni de lejos podrían haber contado nuestros padres en su formación básica. 

Actualmente, los líderes se aprovechan de nuestra raquítica formación sobre economía, política o la sociología básica que mueve nuestros cuerpos en la sociedad, y nos meten semejantes supositorios por el culo cargados de corrupción y en sí una auténtica mofa sobre nosotros que nos quedamos plácidamente dormidos ignorantes de la pocilga donde nos revolcamos. La que nosotros mismos hemos construido cuando decidimos dejar de investigar sobre nuestros límites en conocimientos. No sabemos lo que significa la verdadera crisis, la falta de oferta de dinero en el país o el endeudamiento hasta los dientes, lo que ya venían diciendo algunos eruditos tanto españoles como europeos mientras nosotros seguíamos construyendo nuestra ciénaga por omisión. La justicia yace tan muerta como nuestras ganas de aprender, respaldada por gente guiada más por el dinero de los delincuentes que por la más básica moral. No sé si es realmente por dinero, porque creo que ahora mismo no pagan a varios de los ignorantes que están en mi clase. La verdad es que me gustaría preguntárselo, pero lo bueno de las mentes alienadas es que no necesitan justificación y pueden absolver a dos padres que prácticamente mataron a su hijo al no impedir que vomitara lo que comía durante un mes y medio llevándolo al hospital. A mí, simplemente, me sale una risa macabra de lo más profundo de mi ser al ver que incluso la gente en vías de abogados o jueces ya está corrupta en su propia moral.

Si por mí fuera, las clases se darían en jardines, vuelta al modelo estoico y de los filósofos griegos en general. Andar por las calles para hacerse entre ellas, aplicar lo aprendido en base a unos preceptos morales universales; igualdad, libertad, pensamiento autónomo, capacidad de razonar por sus propios medios. Si fuera por mí, leería cada uno de los libros que me hicieron suspirar y los analizaría con mis alumnos motivados y realmente interesados por sus páginas. Que viniera quien quisiera, a la mierda las faltas de asistencia y los putos controles que sólo muestran el estrés de una noche en vela. Yo misma lo reconozco, aquellas noches dieron frutos que hoy yacen podridos en un jarrón. Lo que sé es porque realmente me interesaba, si acaso, en vez de ser olvidado entre fotos y más fotos de los libros. Hoy día, en la universidad, si no encuentras motivación debes enterrarte en lo más profundo y realmente torturarte hasta conseguirlo. 

Aunque la mierda vuelve a ser la misma, los catedráticos nos vuelven a tratar como niños ante expectativas mejores empeoradas por las putas generaciones que nos preceden. No les culpo totalmente, siempre ha habido eruditos motivados, pero soy de las que piensa que la universidad se recuerda por los momentos en clase más que por las resacas mañaneras. Al menos en ciertos aspectos, no soy amiga de la amnesia temporal.
Y cuando la sufro, me siento estúpida. Cuando ignoro grandes hitos de la historia y nombres claves en las ciencias y letras, me cago en todo lo que memoricé y no trascendí más. Cierto que aún soy joven, y al menos supe apreciarlo en los momentos en los que di arte y latín para sumergirme entre sus dogmas. Capiteles, fachadas, pináculos, doseletes… tan sólo leves pinceladas de lo que realmente me pueden ofrecer.

El problema que le encuentro a la educación actual es que básicamente consiste en sentar a un alumno en una silla y ponerle un plato exquisito en la mesa. Simplemente situárselo a unos centímetros de su alcance, para que vea lo que no puede probar. Que no pueda siquiera coger una cuchara y saborear la primera cobertura. Y antes de que se dé cuenta, quitárselo, para que no le coja ganas. Y después se le pone otro plato distinto, y se repite la operación.

Consiste básicamente en una tentación rebuscada, si eso cuando no te has aburrido de ese sadomasoquismo que conforma el sistema educativo de hoy día. Los contenidos se reducen hasta el absurdo, y los profesores van apresurados de un tema a otro obligándote, casi hasta la súplica, que mires las páginas. Es inevitable aburrirse, no lo voy a negar.

Desde mi gran abismo de ignorancia asumida, creo que se necesita hacer una conexión cerebral antes de inyectar grandes dosis de aprendizaje comprimido. Que los alumnos vean que todo eso es para que luego puedan defenderse en la vida con algo más que amenazas o frases estereotipadas. Porque llegará un momento en el que todo aquello que pudimos albergar en nuestro cerebro en los años más receptivos se resume a estúpidas conversaciones en el metro o en una sala de conferencias. El hombre es tan estúpido que se resume las cosas para que generaciones posteriores lo tengan más fácil, pero no entiende que ello supone que no aprendan una mierda de lo que en realidad es. Y cuando eres uno de ellos, y te das cuenta, si aún conservas tu conciencia de ser humano como una mente infinita, te cagas en el sistema porque te hayan tirado todos aquellos años por la borda.

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