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Esperar en un mundo que no trasciende de una puerta de mierda

lunes, 28 de julio de 2014

Fuego reducido a ascuas

Lo último que veo, la luz que no se apaga nunca, tililante, cuando entrecierro los ojos antes de quedar sumido en la inconsciencia.

Desconozco el momento en el que uno empieza a pensar en pretérito, cuando todos los hechos sucedidos en su vida se reproducen una y otra vez envueltos en una atmósfera gastada, completamente impregnados por un sentimiento punzante de remordimientos y pura nostalgia, pura impotencia por no poder luchar contra el tiempo.

Hoy te veo especialmente nítida, como si todos mis recuerdos estuvieran concentrados en poder visualizarte de una forma tan ponzoñosa como necesaria para poder seguir respirando. Tus manos bailan en las sombras formadas por la lámpara, sin duda tus mejores movimientos transcurrían durante la nocturnidad. Siempre te encontré especialmente hermosa en esos momentos, cuando tus posibles preocupaciones sobre cómo podías parecer al resto del mundo quedaban desvanecidos y arrastrados por la suave brisa veraniega. Cuando te entregabas a la auténtica libertad de la intuición y el verdadero arte de la humanidad.

Hoy no tengo fuerzas, el mundo está empeñado en hacer las cosas cotidianas especialmente pesadas para un viejo solitario como yo. Solitario, aislado de toda la compañía que supusiste en ese hermoso camino que recorrimos juntos: con sus alegrías, sus despreocupaciones y sus verdaderos temores, nunca dejaste de mirarme como lo hacías. Con tus ojos brillantes, con plena confianza en mis decisiones, sin perder la autonomía espontánea que solías liberar para hacer valer tus opiniones.

Uno no termina de acostumbrarse a dormir solo cuando piensa que todas las camas del universo deben ser capaces de reproducir tu olor cuando no estás ahí. No duermo, velo hasta que mi cerebro confunde el tenue movimiento de las cortinas con tus suaves pasos por la oscuridad. Falso contacto, falso olor, falsos recuerdos abruman mis ojos durante la maldita oscuridad.

El hombre no tiene un objetivo definido de forma dogmática para actuar en esta Tierra, y sin embargo mi corazón me grita lo contrario, mi alma desgarrada no deja de buscarte en las calles, no deja de acechar a las sombras de la inconsciencia, de los grandes recuerdos que trato de sepultar tras años de sufrimiento. No puedo olvidarte, por mucho que quiera que mi cuerpo se deteriore con los años y tiña las memorias de tenebrosos vacíos inexplicables.

Veo tus ojos en ella, veo tu absoluto encanto y paciencia en sus palabras. Siempre te recuerda como una mujer fuerte, auténtica, tan increíble como la imagen que tengo de ti. De vez en cuando viene a visitarme, y vuelvo a ver esa luz del escritorio tililar a través de su elemento corpóreo, pero esta vez real, y esta vez sin ser la mitad de mi ser. Joder, deberíamos habernos ido de este mundo de la mano.

Tus sonrisas fueron cambiando desde que nos conocimos, aunque siguieron conservando ese rubor juvenil, esa energía impetuosa en los momentos más tortuosos, ese hálito de sentimiento puro irradiando de tu ser. 

Nunca dejaste de ser mi poesía, mi melodía, mi foco hacia la salida de la desesperación. Ojalá pudiera volver a tenerte en mis brazos, y en vez de llorar como un estúpido jurarte que nunca te borraré de mi memoria. Poder besarte por última vez y condenarme a una vida sin ti, una vida de la que escapaste volando antes que yo, sin que ninguno de los dos pudiera detener tu revoloteo eterno. Tan sólo tenía que haberme puesto yo mismo estas cadenas que hoy siguen aferradas a mi pecho, y vivir aquellos momentos que tuvimos juntos mientras el telón se iba cerrando en silencio.

Qué queda hoy, si no es tu presencia invisible en los tablones de nuestro pequeño mundo. Siento que los días se hacen más cortos, que ya estoy perdiendo las fuerzas que me diste para cuidar de nuestra pequeña; ya está hecha toda una mujer, y puedo jurar que estarías más que eufórica con lo que se ha convertido.

Cierro los ojos, y siento que puedo verte. Nuestra hija llora desconsolada, quisiera poder decirle que no es necesario, que puede sonreírme y recordar que nuestra visita por este mundo está hecha para lo que nosotros escribamos que es, y que nadie podrá decirnos que no hemos hecho lo que se nos pide si sentimos que nuestro corazón tiene su otra parte en otro ser. Tan sólo puedo esbozar una tenue sonrisa mientras mi corazón da sus últimos pasos, y sueño con volver a encontrarme contigo en lo que sea que fuere el lugar donde nuestras almas incorpóreas se fundan en un suspiro afónico.

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