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Esperar en un mundo que no trasciende de una puerta de mierda

sábado, 26 de noviembre de 2016

Crónica de una mierda

Miré la piedra, esa que cogió de la orilla un día y me dijo que me la regalaba por la forma y los colores que tenía.

La cogí, sentí su peso, y de pronto la encontré increíblemente inútil. Símbolo de algo que me había esforzado por mantener en esa estantería para nada. De lo que yo había venido haciendo todo ese tiempo mientras el mundo me mostraba la falta de respuesta.


Imagino mi expresión de indiferencia mientras me di la vuelta con la piedra en la mano y abrí la ventana. En ese momento mi mente no decía nada, tan sólo me transmitía esa orden, sin mayor trascendencia. El aire frío del lluvioso día entró en mi habitación en el breve momento en el que abrí la ventana completamente. Localicé un punto en el jardín donde perder esa puta piedra y no volver a verla jamás en la vida y volví a sentir una vez más el peso de ese estorbo antes de lanzarlo con la fuerza suficiente como para que llegara al otro extremo del jardín. La vi describir una suave parábola antes de perderse entre la oscuridad de la hiedra. Tan simple, tan rápido, tan sencillo. Una pequeña muestra de lo que debería haber hecho con todo lo que lleva grabado su nombre y quedarme con un cuarto vacío si hacía falta.

Gracias por toda esta mierda.