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Esperar en un mundo que no trasciende de una puerta de mierda

lunes, 20 de marzo de 2017

Vicious

He terminado aceptando que eres una parte más de mí.

Oscura, tediosa, fuerte y jodidamente loca. Tu cabeza se inclina hacia un lado cuando me miras, y me sonríes como una puta maníaca. Una sonrisa diabólica, y unos ojos que arden de furia. Alzas la hoja como si fuera ingrávida, y de repente tu cuerpo parece pesar toneladas en el momento en el que descargas el golpe y rompes la superficie de mi mente. Una puñetera diosa.

A veces siento que tomas el control de mi cuerpo. Mi cuello se tensa, cierro los ojos y al abrirlos son distintos. La sangre se me espesa y un calor intenso me recorre paulatinamente. Quieres cargártelo todo, lo sé, mandarlo a la mierda y destruirlo de un solo hachazo. Porque te han jodido, por mi culpa, por dejar las puertas abiertas, por abrirlas en un acto de fe ciega. Porque estamos heridas, y el dolor te da ganas de destruir.

La gente dice que hay que dejarte de lado, que hay que perdonar al resto. Olvidar todo el puto dolor que se grabó a fuego y sangre en nuestra piel y simplemente dar nuestra bendición para que otra persona nos rompa la crisma de nuevo, de un solo empujón al abismo. Cuando me dicen eso, viajo a lo más profundo de mi ser, con mi copa y mi cigarro en mi sillón de orejas gigantes, y arqueo una ceja. Podría hacerlo, sí, pero luego te veo a ti, el puro fuego y la fuerza que siempre quise poseer. Atrás queda mi ego paciente, prudente, aquel al que no han dado más que hostias en esta vida. Esos ojos azules que nunca dejaron de mirar desde abajo, humildes y capaces de soportar cualquier ataque con tal de no molestar. Nunca más.

Dejo la copa y el cigarro y me levanto, sin dejar de sostenerte la mirada. Tú sonríes de nuevo y te desnudas ante mí, una vez más, como si nunca hubiéramos dejado de estar juntas. La temperatura sube exponencialmente con cada paso que doy hacia ti, y dejo de sentir las manos en el momento en que las pongo a ambos lados de tu cara. Entonces me acerco más, cierro los ojos, y me fundo en tu puta cólera. Es entonces cuando siento el poder.


Jamás perdonaré a nadie que me haya dejado moribunda en medio de la oscuridad. Que quede claro, a todas mis putas versiones futuras. He terminado aceptando que eres parte de mí, quiera o no, y que tu energía es la que me hace seguir avanzando en mis momentos de mayor soledad. Soy una persona que ama la luz del sol pero también la más absoluta sombra, en la que mis ojos refulgen sin ningún tipo de dificultad. Reconozco que no quiero perdonar, porque jamás miraré a quien me destruyó a conciencia y le diré que no pasa nada. El tiempo me mira, temeroso, ofreciéndome el camino de la paz y el equilibrio con uno mismo, el máximo grado de armonía con el mundo que deriva de una desconexión con las relaciones y placeres terrenales. Le devuelvo la mirada, pero no me sale de los cojones seguir esperando.