He terminado aceptando que eres
una parte más de mí.
Oscura, tediosa, fuerte y
jodidamente loca. Tu cabeza se inclina hacia un lado cuando me miras, y me
sonríes como una puta maníaca. Una sonrisa diabólica, y unos ojos que arden de
furia. Alzas la hoja como si fuera ingrávida, y de repente tu cuerpo parece
pesar toneladas en el momento en el que descargas el golpe y rompes la superficie
de mi mente. Una puñetera diosa.
A veces siento que tomas el
control de mi cuerpo. Mi cuello se tensa, cierro los ojos y al abrirlos son
distintos. La sangre se me espesa y un calor intenso me recorre paulatinamente.
Quieres cargártelo todo, lo sé, mandarlo a la mierda y destruirlo de un solo
hachazo. Porque te han jodido, por mi culpa, por dejar las puertas abiertas,
por abrirlas en un acto de fe ciega. Porque estamos heridas, y el dolor te da
ganas de destruir.
La gente dice que hay que dejarte
de lado, que hay que perdonar al resto. Olvidar todo el puto dolor que se grabó
a fuego y sangre en nuestra piel y simplemente dar nuestra bendición para que
otra persona nos rompa la crisma de nuevo, de un solo empujón al abismo. Cuando
me dicen eso, viajo a lo más profundo de mi ser, con mi copa y mi cigarro en mi
sillón de orejas gigantes, y arqueo una ceja. Podría hacerlo, sí, pero luego te
veo a ti, el puro fuego y la fuerza que siempre quise poseer. Atrás queda mi ego paciente, prudente, aquel al que no
han dado más que hostias en esta vida. Esos ojos azules que nunca dejaron de
mirar desde abajo, humildes y capaces de soportar cualquier ataque con tal de
no molestar. Nunca más.
Dejo la copa y el cigarro y me
levanto, sin dejar de sostenerte la mirada. Tú sonríes de nuevo y te desnudas
ante mí, una vez más, como si nunca hubiéramos dejado de estar juntas. La
temperatura sube exponencialmente con cada paso que doy hacia ti, y dejo de
sentir las manos en el momento en que las pongo a ambos lados de tu cara. Entonces
me acerco más, cierro los ojos, y me fundo en tu puta cólera. Es entonces
cuando siento el poder.
Jamás perdonaré a nadie que me
haya dejado moribunda en medio de la oscuridad. Que quede claro, a todas mis
putas versiones futuras. He terminado aceptando que eres parte de mí, quiera o
no, y que tu energía es la que me hace seguir avanzando en mis momentos de
mayor soledad. Soy una persona que ama la luz del sol pero también la más
absoluta sombra, en la que mis ojos refulgen sin ningún tipo de dificultad. Reconozco
que no quiero perdonar, porque jamás miraré a quien me destruyó a conciencia y
le diré que no pasa nada. El tiempo me mira, temeroso, ofreciéndome el camino
de la paz y el equilibrio con uno mismo, el máximo grado de armonía con el
mundo que deriva de una desconexión con las relaciones y placeres terrenales. Le
devuelvo la mirada, pero no me sale de los cojones seguir esperando.