Llegaban tarde, tampoco es una novedad. Antes de saber de su
existencia permanecí durante minutos eternos apoyada en la columna frontal del
bar. Los años habían descascarillado su cartel, descubriendo vestigios de lo
que pareció ser su anterior dueño. La magia de esos bares residen en los años,
el aire lúgubre en su interior que te acoge a la intimidad de la esquina, en el
sillón pegado a la pared. Mi mirada viajaba de un lado a otro, asombrada por la
luz traslúcida de aquella tarde, oculta tras las nubes semioscuras. Paseé largo
rato por los alrededores, me quedé mirando un pequeño camino que serpentea
hasta el otro lado de la avenida, pensando que allí había vivido largos
momentos de mi vida. La nostalgia la porto por defecto.
Esta noche, todo pareció congelarse. Estaban eufóricas, como
en los viejos tiempos. Dios, si realmente el tiempo se hubiera congelado
hubiera suspirado de alivio, la tranquilidad que produce saber que al fin y al
cabo están allí. Porque son ellas las que me han visto crecer, cambiar de
ideales y reforzarlos con la experiencia. Porque de algún modo, nos hemos ido
construyendo, formando parte de las otras, complementando nuestras carencias y
talentos juntas, como un grupo, como un jodido jardín. Una sola flor por sí
sola no será tan magnífica si no está rodeada de un bonito jardín tras ella. Mi
vida a su lado es como esta imagen, dependiente; quiera o no, son parte de mi
vida, quiero estar con ellas con los años, quiero ver cómo crecen y hacen sus
vidas, cómo son felices y me lo cuentan tras una mesa desgastada. Quiero que
sonrían cuando sepan algo emocionante de mis vivencias, o simplemente que me
rían las gracias. Que me den los consejos exactos, que estén allí. Tan sólo,
que estén a mi lado cuando flaquee, que me recuerden quién soy y lo que pienso
de este mundo tan achacado por los siglos, que reivindique mis sueños, mis
libertades y mi vida. Que viva más allá de las meras formalidades, que
trascienda de un mundo dominado por el capitalismo y la competitividad. Lo que
soy, lo que he venido siendo y lo que siempre seré.
Muchas veces me he preguntado si en algún momento me haré
con amigas tan cercanas como ellas; que lo sepan todo, que no pueda ocultar
apenas algún dato irrelevante. Supongo que no, la vida está hecha en distintas etapas
por algo, será imposible contar con otras como ellas. Por eso mismo, salgo al
jardín aunque haga el calor más tórrido o la tormenta más agresiva y
arrolladora. Lo hago, porque es lo que tengo que hacer, porque son mis amigas,
porque son parte de mí. Del mismo modo, me pregunto lo que seré para ellas, si
seré su jardín concreto o simplemente un peluche sepultado en un arcón desvencijado
cubierto por largas capas de polvo en el ático, tampoco quiero pensarlo. Hoy he
descubierto que al menos no soy un calcetín, o si lo soy ya tengo que ser
bonito para que de vez en cuando me aireen en la ventana.
Seamos de diferentes materiales, vidas forjadas de una manera o de otra, trastocadas por experiencias sórdidas que uno sólo las puede vivir en su propia piel, creo que hacemos lo posible por permanecer vivas. Largos ríos de lágrimas han formado corrientes interminables a mi costa, y la rabia me tortura en un vano intento de culpabilidad, impotencia por no poder haberle dicho que levantara la cabeza. Pero hoy vivimos para contarlo, y esta ágora irlandesa me ha recordado que hay cosas que nunca, a pesar de todo, serán posibles cambiar. Habrá muchos hombres, tantas identidades que desconoceré que me será imposible hacer una línea argumental en torno a cada una, pero sólo quiero verlas sonreír ante un mundo que quiere apagarse, que quiere que todos caigamos exhaustos en días anónimos. Sólo quiero que sean de esas personas que encienden una vela en la oscuridad, que nos animan al resto a ser felices. Porque la vida está para vivirla una vez, pero lo que no sabemos es si tendremos la suerte de encontrar el pequeño grupo donde siempre nos abrirán la puerta y nos ofrecerán una buena ensalada como guarnición.
En serio, gracias chicas. Hoy me hicisteis más feliz.
Siempre serás la hierbabuena de mi jardín, que nos sorprende año tras año y está AHí, preparada para aderezar nuestros guisos y dar un aroma fresco y lleno de personalidad a nuestras historias.
ResponderEliminarPara mí siempre serás el rosal de mi jardín, porque puede que tus consejos se me claven como espinas, quizás porque nadie más se atreve a desgarrar una mirada todavía enamorada, pero creeme, esos consejos son aquellos que te ayudan a superarte, a ser fuerte día a día, y a florecer tan bonita como el instante fugaz antes de que la preciosa rosa carmín se marchite.
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