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Esperar en un mundo que no trasciende de una puerta de mierda

domingo, 17 de noviembre de 2019

Cold

Un día más, el contador se activa para retroceder hasta el cero. Un nuevo día, vuelta a empezar.

Al principio era divertido, un mundo virgen para empezar a ensuciar con mis experimentos. Frases fuera de lugar, miradas indiscretas, viendo las caras descolocadas de la gente que no esperaban mis impertinencias.

Poco a poco, te acostumbras al día de la marmota, y cada día no deja de ser un nuevo reto para salir de la normalidad de no tener nada asegurado, hasta convertirse en una película con pequeños bonus tracks escondidos entre una y otra edición.

Y con cada edición, siento que pierdo habilidades.

Siento que no termino de entender a la gente, y que tampoco parecen entenderme a mí.
Como si, poco a poco, empezara a hablar un idioma completamente distinto al local.

No sé si fue antes la gallina o el huevo, pero parece ser que se ha trasladado a mis emociones. He perdido toda habilidad de saber por dónde salir, y de repente encontrarme con situaciones absurdas que tengo que justificar ante la sociedad.

Tu jefe, tu compañero, tu amigo, tu padre. Figuras que se disocian y con las que pierdes el control indistintamente.

Todo se va a la mierda, y sólo puedo editarlo, para darle aún más drama.

Escala de drama, del 1 al 10. Ya no bajo del 8.

Por qué ya no me salen escenas de una sociedad encapsulada con principio y final.

Porque mi vida ha ganado en rutina, y perdido en arte.

Y no parece importarme ni a mí, ni al resto del mundo.