Una mirada perdida, una fina capa de lluvia desorientada en un jardín dejado por el desuso, unos ojos consumidos por una angustia albergada tras ellos, esperando, que tal vez un día les den un motivo por el que abandonar aquel trágico y tortuoso lugar.
Una bufanda acoplada en un cuello inmóvil, unas luces que nunca se alejan de la neblina, una vida desenfocada, ausente, olvidada.
Olvidada, una de mis palabras más escritas, cayéndose en un mismo tema, en una misma espiral que me consume hasta desaparecer, hasta permanecer sentada, mirando a la ventana mientras el suave movimiento del humo del incienso baila por la estancia, como aquella alma que trata de escapar de un cuerpo congelado por la impotencia, por la ausencia de vida… por la ausencia de un motivo por el que existir.
Y una vez más, se repite la misma canción. Aquella que evoca un paisaje sombrío, neblinoso, todo más y más que escrito. No soy más que la angustia del escritor, la repetición. Soy aquella que alberga en las mentes más maravillosas, y que si son así, me apartan y me expulsan, pero si son débiles me siento, contemplo y espero a que pronto caigan en la ineptitud de la rutina. Palabras leídas más de una vez, y reescritas por puro afán de perfección, que no es más sino falta de inspiración. Yo soy quien obliga a las musas a que abandonen las fronteras de la retórica, y las maltrata y las viola hasta que sus gritos provocan que el escritor golpee su máquina, rompa sus hojas y se desespere ante una muerte de algo que parecía eterno. Soy la realidad que empuña el cuchillo de la pesadumbre, y que desgarra los sentimientos de aquellos que conservan un halo de esperanza en un mundo cubierto de decadencia, de incultura, de aspiraciones vagas y cercanas, de un mundo aparentemente feliz, y en el que se puede vivir sin merecer la pena soñar. Soy la enfermedad de las mentes más frágiles, que les consumen hasta dejarles destrozados, tirados en un sillón y sin lágrimas que derramar. Yo soy el temor de la aspiración, la exaltación del inconformismo, la culminación de un proceso de masacre que se extiende por los que quisieron rozar el arte y la belleza lejos de la técnica y entrenamiento. Soy el asesino de los sueños que agarrota los músculos y los pervierte hasta dejarlos rígidos, inertes, sin un atisbo de vida más allá del automatismo. La repetición, sin más, de cualquier alma que busca un aire nuevo entre la contaminación del todo creado
No hay comentarios:
Publicar un comentario