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Esperar en un mundo que no trasciende de una puerta de mierda

sábado, 1 de diciembre de 2012

Un limbo neutral

Todo se desarrolla en una tarde oscura de invierno. El frío se cuela por los resquicios de las puertas, dios, por poco se me congela el aliento. Me arrebujo en una manta, esperando a un absurdo pronto de calor, que vuelva a hacer que sienta los jodidos dedos de los pies. Sentada en la cama, esperando una incongruencia de más.

Sexo y un plato humeante. Una detrás de otra. Simplemente perfectas. Me encanta tu espalda, me vuelve loca cuando te levantas a ponerte una camiseta. Tu cuerpo se perfila por la luz de la luna que apenas alcanza a iluminar ese pequeño trecho de la habitación donde está el armario, donde tantas veces te he visto sonreír medio desnudo. Esta habitación se lleva una gran parte de mi vida.
No por duración, más bien por intensidad. Joder, qué intenso, qué reiterada mi frase. Entiende que no surge ninguna otra cosa en mi mente mas que esa frase tan singular. Esa palabra recoge todas mis malditas emociones, mis gritos y mis orgasmos. Como si fuera virgen de nuevo, como si el mundo se descubriera de par en par. Como si mi mente y mi cuerpo confluyeran en un limbo neutral, como una bestia que despierta tras un infinito letargo. Como si acabara de revivir de un sueño tan largo que apenas recordara la última vez que te sentí. Y me lo recuerdas, y no sé cómo lo haces pero eres capaz de hacer que lo olvide con tal de volver a sentir que lo recuerdo.

Hay veces en las que quiero mirarte cuando me resulta imposible. Me gustaría verte todo el tiempo y a la vez tener esa sensación de que este se detiene en esa noche gélida, que nos quedaremos en una vivencia eterna, en aquel estado que ninguna droga podrá alcanzar en su mejor momento, que sólo tú podrás darme. Que me dirás mil veces lo que sientes mientras nos sumimos en el abismo que conforma la alienación de un mundo que se derrumba a nuestros pies. Que se joda el mundo, yo tengo la libertad. Yo tengo esa pequeña fracción del ser humano que le atonta, le desconcentra y le hace más humano. Que lo diferencia del resto de los hombres que jamás reirán o llorarán si no se lo dice su dios, de aquellos que confían su vida a la dependencia del resto, la sociología primitiva. Que buscan motivos tan absurdos a la existencia que se establecen sus propias limitaciones porque sí, porque de otro modo no estaríamos en esta porción de tierra. Ahora tan sólo contemplo mi plato humeante mientras la noche siembra la paz en la oscuridad.

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