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Esperar en un mundo que no trasciende de una puerta de mierda

viernes, 9 de noviembre de 2012

Zapatos sobre el río

No sé si soy capaz de acordarme del todo, pero estoy seguro de que en cualquier momento, si la vuelvo a ver, sabré que es ella.

Estábamos en el viejo puente del pueblo, los dos solos. El río corría cuesta abajo con la fuerza del despertar de la primavera. Nuestros zapatos danzaban de un lado a otro, dándose de vez en cuando en una excusa para acercarse. Éramos niños, niños que querían ser grandes sentados en el viejo puente del río.

Ella me miró de repente, curiosa. Recuerdo que me sorprendió lo cerca que estaba, no era propio que me mirara así. Solía tirarle del pelo y ensuciarle el vestido con nieve derretida de la puerta del colegio, así que cuando me miraba sus ojos solían estar llenos de odio. Aquel día me miraban distintos, dulces, preciosos. Por aquel entonces no sabía lo bonita que era su mirada.

Y entonces, se acercó y pegó sus labios a los míos. Jo, qué raro me sentía. Me fijé en el montonazo de pecas que tenía en la nariz y que se caían dispersas en las mejillas. Los segundos se me hicieron eternos hasta que por fin se alejó y enfoqué la vista. Me seguía mirando así, jo, qué raro. Rápidamente miré mis zapatos danzar por encima del agua, hacia delante y hacia atrás. Sentí que ella seguía mirándome, y yo moviendo los pies como un tonto sobre el río.

Y ese fue mi primer beso. No sé si lo considera ella, espero que sí. Aunque me porté como un tonto, qué menos cabe esperar de un niño con las rodillas peladas de caerse jugando al fútbol en el patio. Aahh (suspiro), dulces recuerdos. Ojalá el mundo volviera a ser tan sencillo, y la vida no estuviera tan sistematizada. Ojalá una palabra no significara mil cosas, y tan sólo fuera lo que en un principio se nos enseñó. Que las lágrimas sean tan corrientes como las risas, tan sencillas y humanas. Que la felicidad se resuma en una tarde genial con los amigos y una merienda de leche con galletas en el comedor de tu casa. Que todo se pueda resumir en unas cuantas frases con polisíndeton e interjecciones. Que al tumbarte en tu cama, en lo único que pienses sea a qué jugarás mañana en el recreo, y si la niña de las pecas en la nariz se enfadará mucho cuando le tires del pelo al entrar en clase.

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