Normalmente distingo lo que me gusta de lo que no por la
reacción de mi cuerpo. Algo tan sencillo como la piel. Si se me eriza, debe ser
brutal. Lo que te arranca una fuerte inspiración, te encanta, te envuelve y te
canta hasta el fin de los tiempos. Aunque, cabe decir, que no todo lo que
escucho tiene tanta trascendencia corporal.
Ignoro los orígenes exactos, ni la verdadera intención de
los buenos músicos (hasta donde me puedo imaginar, me pierde la impotencia por
la ignorancia), pero puedo adivinar que pocos
son los que buscan erizar la piel a sus espectadores, porque no es precisamente
la música más alta, más ruidosa o más repetitiva, sino, al menos para mí, la
que tiene un pedacito de su alma.
Hay que decir, que me gusta el death metal, el rock y metal
clásico, las baladas, epic metal y tal vez trash, incluido el nu metal, grunge,
rock alternativo, pero también la música clásica, las canciones híbridas con un
montón de estilos pero con piano o guitarra… tengo una enorme diversidad y cada
día descubro otro género, pero lo que siempre busco es sentir que el grupo me
está dando algo de ellos. Sí, especialmente el metal me dice mucho más que una
canción estándar.
Porque yo cuando escribo, dejo algo de mí, espero que el
resto lo hagan conmigo. No por retribución (ni mucho menos), sino por una
cuestión de perfección. La verdadera música es la que te arranca algo, tanto
para bien como para mal. Un cantante gritando en una buena canción puede estar
clamando al mundo por su autodestrucción, la mano del hombre guiada por el afán
de poder, del mismo modo que una balada se convierte en una elegía por la
persona que no está o por lo fugaz que puede ser la vida vista como un tren. Que
te dicen mucho, joder, y poco a poco cambian tu modo de ver las cosas.
Hay veces que pienso que al escuchar una canción sacas más
de una persona que si quedaras con ella en un café y le hicieras un
cuestionario hasta que os obligaran a salir porque tienen que cerrar. Otra forma
de ver a la gente, parecido a leer una obra lírica del autor. Es otra cara, no
la cara social, sino la propia cara interna.
Lo irónico del arte es que no necesariamente te hace sentir
mejor cuando lo practicas, puesto que no siempre decides lo que quieres dejar
plasmado. Una pintura, un largometraje, una fotografía, una canción, una obra
de teatro, un libro, un baile, un beso… ¿por qué no un beso? Incluso el sexo es
arte. Pero de eso puede que hable en otra ocasión, porque esta va dedicada a la
música.
Hay muchos tipos de conciertos, pero lo que tienen en común
es la expectación de los miembros protagonistas. Lo que esperan, lo que no, y
lo que realmente se produce. Siempre pienso (pícaramente) que los músicos nunca
obtienen lo que desean, porque su rendimiento es mucho mayor al perceptible. Si
no te sale como quieres, te pasas horas, días y meses practicando, y siempre
queda un deje de perfección incompleta. Cuando un espectador llega y les dice “me
ha gustado, ha estado genial” no creo que obtengan todo lo que quieren como mínimo recibir. Yo les entiendo, es una
cuestión de proporcionalidad, autoexigencia y no conformismo con uno mismo.
Porque si hay algo en lo que creo es en que una de las
facetas del arte que más me gusta es la realizada por personas atormentadas. Personas
que tienen una idea en la cabeza que nunca termina de desaparecer, atormentándoles
por no poder salir en condiciones. Y se pasan la vida intentándolo,
frustrándose y perfeccionando lo imposible. No digo que únicamente sean estos
los que me gustan, sino que especialmente me llaman la atención. Puede sonar un
poco sádico.
Y como muchas veces en la vida, se hace necesario variar,
para lo que viene genial escuchar esas canciones que te hacen sonreír sin que
te des cuenta. Tanto talento como las que te encogen y acongojan el corazón. Las
que te recuerdan tu vida como una película antigua, las que profundizan en
cosas que consideras banales o en personas que no sabes lo muchísimo que amas
hasta entonces. Joder, claro que son necesarias, mi vida es una barca y unos
pies en el césped del mismo modo que es una tarde lluviosa en una calle
empedrada.
Para todos estos momentos, siempre la música se sentará a tu
lado y se tomará, con gusto, otra copa contigo.
Gracias a esta lectura, he conocido varios estilos nuevos para mí, algo veterana como para estar al día de todo lo que suena: el nu metal, el trash, y el epic. Creo que no son santo de mi devoción, pero entiendo que los que se empeñan en ellos le echan muchas ganas y autoexigencia.
ResponderEliminarEl resto me parece muy sentido y con ganas de dejar poso. Insiste, que llegarás lejos.