Siento
un nudo en el estómago que hace bastante tiempo que no sentía.
Como cuando
estás a punto de entrar a hacer un examen y sientes que tienes exactamente las
mismas probabilidades de hacerlo bien y hacerlo mal.
Me siento
como el gato de Schrödinger, vivo y muerto a la vez.
Siento que
no tengo el control sobre ninguno de los escenarios que se plantean,
Y me
mata.
No puedo
decir que esté ocurriendo otra vez lo mismo, pero hay ciertos elementos en
común.
Una
fuerte sensación de náusea, de querer bajarme de la atracción y pisar suelo
firme otra vez.
Pero se
ve tan lejano el suelo, tanto por construir, que me vienen las lágrimas a los
ojos con tan sólo pensarlo.
Jamás había
echado tanto de menos la estabilidad y la monotonía, el saber que tengo ciertas
constantes y que ya puede caer un meteorito encima para que cambien.
O que se
desate una pandemia.
Quiero volver
a sentirme viva, de verdad.
Sentir la
alegría desbordarse por mi sonrisa.
Y creo
que puedo conseguirlo, que lo tengo cerca, y a la vez lejos.
Otra vez
me veo en la maldita caja.
El tiempo
se ralentiza hasta el hastío, los segundos caen como gotas de un líquido muy
espeso que no termina de fluir, hasta el punto de parecer que se recogen y
vuelven al estado original.
Miro el
reloj, y tan sólo han pasado 10 minutos de las 3 de la mañana.
Las 4.
Las 5.
Y por
fin empieza a salir el sol. Suspiro con alivio hasta nuevo aviso.
Hasta que
vuelva a caer la noche y mis demonios se tumben conmigo.
Hold it together, come on.
Lucha.
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