El
instante en el que lo estoy viviendo, no me gusta recrearme en ese sentimiento.
Prefiero el optimismo, no tanto la pura negación (aunque no negaré que me
parezca una opción atractiva, especialmente al principio), sino aferrarme a
aquellos aspectos que, de alguna manera, hagan esta situación menos lesiva, o
más transitoria.
La
cuarentena, no es una de esas situaciones que faciliten la negación o el
eufemismo hiperbólico. No porque no quiera, sino por la avalancha de
información que no sólo te calla de un guantazo, sino que te tira hacia atrás
del impacto.
Es
difícil permanecer optimista, e incluso recomiendan no escudarse, sino abrazar
todos esos sentimientos.
Estoy
tirada en el suelo de mi habitación, o tumbada en mi cama, y me pesa mucho el
cuerpo. No puedo ni quiero levantarme, vivir el mismo día, salvo que cada vez
más oscuro, teñido por un velo asfixiante que complica las horas más y más.
Así
que ha terminado apareciendo, brotando por las fibras de mi alfombra,
abrazándome entre mis sollozos. Y me he dejado llevar.
Me
duele mucho el pecho, otra vez siento una fuerte losa asfixiarme. Por favor,
otra vez no.
Ven,
efectivamente esto es una mierda.
Pégate
a mi piel, clávame tus uñas y corta por dentro mis venas. Conviérteme en una
puta tempestad y rompe el timón de mi barco. A ver cuánto dura esta vez.
No hay comentarios:
Publicar un comentario